Durante cinco días 14 periodistas recibieron un curso intensivo de cómo hacer literatura de no ficción en un territorio que pocos cronistas han contado: Ciudad de Panamá.
Durante cinco días, 14 periodistas latinoamericanos se dieron cita en Ciudad de Panamá en el taller Contar la ciudad, que tuvo como maestro a Cristian Alarcón y fue organizado por la FNPI y Concolón con el apoyo del Fondo Panamá Ciudad de 500 años, la Autoridad de Turismo de Panamá (ATP), Copa Airlines, el Centro Cultural de España y la Fundación Eleta.
Los participantes recibieron un curso intensivo de cómo hacer literatura de no ficción. En un territorio que pocos cronistas han contado, el editor de la revista Anfibia los preparó no solo para hacer mejores narraciones, sino mejor periodismo.
Alarcón los acompañó durante el proceso de elaboración de una crónica: desde la planificación previa, siguiendo con la investigación en el terreno, para terminar con la escritura y edición de un primer borrador. Fueron jornadas intensas que el maestro aprovechó para sacar a los periodistas de su estado de confort. Una verdadera terapia de choque que sirvió para dejar atrás preconceptos y malos hábitos que se adquieren en las salas de redacción de todo el continente. O en este caso, de nueve países de América Latina.
Escenario de injusticias
La ciudad y su dinamismo. La ciudad no como una aglomeración de edificios, sino también de gente que la habita. La ciudad como un ente casi orgánico, que acumula recuerdos extraviados. El cronista debe procurar tener acceso a esa fuente de historias subyacentes, debe seguir las huellas que le permitan encontrarse con este pasado de conflictos, que pueden emerger cuando se busca una dirección, que pueden ser atisbados fugazmente en un grafitti, a través de las expresiones de la cultura urbana.
Son tragedias cotidianas que nacen de la desigualdad, segundo a segundo, en una urbe en la que cohabitan los que acumulan en exceso con los que no son dueños de nada. Son voces de disidencia que se ahogan en la mansedumbre de millones que guardan silencio frente a un modelo de acumulación que hace sufrir a la mayoría. La desidia esconde la violencia latente. “Hay sufrimiento real y cotidiano en la calle; pesa sobre los cuerpos de los ciudadanos la injusticia del sistema, como en muy pocos lugares del mundo”, enfatiza el maestro.
Aunque sus edificios rocen el cielo, el maestro considera que la ciudad no podrá ser considera como una verdadera “cosmopolis” hasta que en verdad sea “una ciudad para todos”. Hasta que deje de ser una urbe que crece verticalmente mientras su infraestructura básica -avenidas, aceras, acueductos, estacionamientos, etc- colapsa, en un fiel reflejo de lo que Alarcón describe como “postcapitalismo”. Es decir, un sistema fallido cuya única posibilidad de “producir ganancias reales reside en el terreno de lo ilegal”.
“Si hay algo que caracteriza a una ciudad tan caótica, tan desigual, es que deben haber multiples escenas de violencia, con lógicas que van a ir detectando a medida que se acerquen”, expone Alarcón. El cronista debe recorrer las calles, necesita respirarlas hasta dar con el rastro de sangre. Sangre de los genocidios, nuevos o eternos. Las historias que nuestros abuelos salvaron del olvido, que antes han contado el cine, la música, la literatura, deben estar presentes en la crónica moderna, en la crónica citadina. En los textos de quien arribó a una ciudad desconocida para enfrentarse al “poder infernal de una multitud organizada para vivir en un mismo espacio”.
Pero, ¿cómo contar historias de marginados, de aquellos que no han compartido el crecimiento económico sin caer en la victimización, evitando el tono compasivo, el discurso de ONG? Una forma de lograr esto, sin menoscabo para el idealismo del cronista, es a través de un poco de picardía.
Con ironía y mirada propia
“El lector agradece la ironía, ser tratado como alguien inteligente”, reflexiona Alarcón. Es algo a tener en cuenta siempre en el relato, sobre todo si se están abordando temas que usualmente son contados a través de la solemnidad, como es el de la pobreza. Es una forma de evitar la victimización, de cargar las tintas con un tono de desgracia. Es también una manera de advertirle al lector que estamos hablando de “pobres, pero no necesariamente de buenos”, por lo que se recomienda una lectura con suspicacia.
¿Cuál es límite entre una mirada compasiva y otra victimológica? Alarcón recuerda la experiencia detrás de su libro Cuando me muera quiero que me toquen cumbia (2003). Con la ambición de “inscribirse en el canon del periodismo de investigaciones”, se propuso escribir la historia de un joven delincuente masacrado por la policía. Para acometer esta tarea estudió el tema de la desigualdad.
Era una crónica que había que desarrollar a partir del “andamiaje teórico de las ciencias sociales, de la antroplogía”. El autor tenia como mira “escapar a los clichés de la pobreza”. Para Alarcón esto significó una toma de posición como cronista.
Más allá de un ejercicio que se circuncribe al periodismo, la crónica nace de una toma de postura intelectual por parte del autor. Solo a través de un análisis profundo, de una investigación valerosa, podrá el cronista obtener lo que busca: el derecho a contar, a escribir con solvencia sobre determinado tema.
La posición del periodista se consolidará a través de su labor investigativa, de su acto de interpelar al mundo que lo rodea. “La crónica es una experiencia de conocimiento, que nos otorga autoridad como intelectuales orgánicos, intelectuales comprometidos con nuestro tiempo. Es el derecho que nos ganamos de decir lo que sabemos y lo que pensamos”.
Alarcón advierte que en esta búsqueda de la mirada propia hay que tener sumo cuidado con el enaltecimiento de dicha mirada. Para esto, asegura, es vital aferrarse a un aparato crítico que “no me permita caer rendido a los pies del cliché”.
En esta aventura, uno de los motores será la ambición del periodista. Será lo que lo impulse a trazarse una ruta que se extienda más alla de los pilares consabidos, de las llamadas 5w (qué, quién, dónde, por qué y cómo). Una vez traspasados esos linderos, el cronista se encontrará, gracias un sentido de indagación incesante, con la libertad de lo original, con aquello que necesita para que su narración sea más eficiente e impactante.
Periodismo y literatura
“Hace falta la lectura de grandes maestros. Si no se establece una relación con la literatura es imposible que aparezca la voz del narrador”, precisa Alarcón. Estos son algunas de la lecturas que recomienda a quienes aspiran a convertirse en cronistas:
Autores del siglo XIX: En especial, el cubano José Martí y el nicaragüense Rubén Darío, dos autores a los que el maestro considera indispensables para entender cómo nació la narrativa en el continente americano. “No comenzó en Estados Unidos, basta de creer en Talese”.
Operación Masacre, de Rodolfo Walsh: Alarcón lo destaca como un verdadero paradigma dentro de la no ficción latinoamericana. Lo compara incluso con A sangre fría, de Truman Capote. Lee: Algunas lecciones de Rodolfo Walsh para el periodismo literario contemporáneo.
Las crónicas de viaje de Domingo Faustino Sarmiento.
El Hambre, de Martín Caparrós
El Idiota, de Fiódor Dostoyevski
Frankenstein, de Mary Shelley
Los cantos de Maldoror, del Conde de Lautréamont
Rojo y negro, de Stendhal
Los poetas malditos franceses (Baudelaire, Rimbaud, Verlaine, etc)
Alarcón asegura que escribir un libro es algo que se debe hacer una vez concluida la faena diaria. Es comparable a la minería: hay que extraer material del quehacer cotidiano, de la reportería diaria, y guardarlo para después poder explotarlo en ejercicios narrativos, en la construcción de un texto en el que se pueda experimentar con una voz más propia.
Si bien la crónica debe buscar su sustento estilístico en la literatura, la rigurosidad periodística no debe permitir la irrupción de detalles ficticios. “Si se hace un buen reporteo, una buena investigación, no hace falta inventar nada”. En el continente del “realismo mágico” las historias no necesitan ser falseadas.
Nuevas estrategias
Los cronistas urbanos deben tomar una decisión: o buscan lo singular que se esconde tras las miles de conversaciones, rostros y parajes que se encuentran en cada acera; o simplemente montan su relato sobre una de las matrices narrativas ya preestablecidas.
En momentos en que asistimos a una “disolución del género tal como lo conocemos”, en el que el “registro con el que se han formado las últimas 10 generaciones de periodistas ha dejado de existir”, la apuesta debe ser por la innovación; por expresar aquello que todavía no está dicho, pero que pertenece al “muestrario de lo que es una ciudad”.
Tomar las riendas de la historia. Esta debe ser una decisión consciente por parte del autor. Esto se puede logar, manifiesta Alarcón, una vez el cronista se despoja del “corsé periodístico”, de las ataduras que lo mantienen ligado a un tipo de lenguaje expositivo y que dificultan el vuelo narrativo. “En la crónica el valor está puesto en quien manda en la narración. Cuando me adueño del relato crece la tensión narrativa, utilizo los elementos de la literatura”, propone el maestro.
Ansiedad frente a la hoja en blanco
Antes de desarrollar una estrategia narrativa es necesario comenzar un proceso de decantación; poner en una balanza el material recopilado durante la investigación, recogido durante horas de exploración en las avenidas. Mediante este estudio pormenorizado se podrá ordenar las piezas del engranaje que el cronista construirá para contar su historia de la forma más eficaz posible.
Es un momento de calma después de perseguir fuentes y personajes, surge una oportunidad para volver a los apuntes, a las entrevistas y subrayar aquellas frases o ideas que pueden servir para alimentar el pulso narrativo del relato.
Al momento de sopesar la materia prima de la narración hay que ser cuidadoso, sobre todo “con el traidor que todos llevamos dentro”. “A veces uno se boicotea y no es capaz de ver lo que tiene”, advierte Alarcón. Siempre hay que estimar el material, comenta, aunque a veces el periodista se siente inseguro de su labor investigativa y le asalta la sospecha de que lo que recabó es insuficiente. Es el terror frente a la página en blanco.
La ansiedad es natural ya que, como expresa Alarcón, a medida que el cronista se aproxime al final del reporteo será asaltado por la incómoda sensación de que algo le falta: una fuente, escena, color, sonido, personaje, textura, etc.
Los imprevistos siempre aparecen. Alarcón compartió una anécdota acerca de una ocasión en la que perdió un celular con 30 entrevistas almacenadas. Desde entonces toma nota de todo, asegura, ciñéndose a las enseñanzas de Gabriel García Márquez, quien desconfiaba de las grabadoras. Al final, el cronista va a estar sujeto a los arbitrios de su memoria; al azar, aquel componente inmensamente literario.
Preguntas bajo el iceberg
Antes de comenzar la escritura hace falta identificar cuál es el “gran tema” a tratar. Es lo que Alarcón define como la “parte profunda del iceberg”. “En la parte de abajo vamos a poder encontrar una gran historia, potente, con ritmo, con escenas bien construidas, que se puedan configurar en la cabeza del lector como si estuviera viendo un documental”, destaca el maestro.
Ante todo, la información debe ser administrada de forma lógica, coherente. En la punta del iceberg aparecerán las preguntas menores que se ha planteado el periodista a lo largo de su recorrido; en la base quedará la pregunta decisiva. “Esa es la diferencia entre una crónica que trasciende y una que no”.
Hoy en día, la pregunta que está por debajo del iceberg adquiere mayor relevancia, en un periodismo que ha sentido la influencia insoslayable de las redes sociales, donde las opiniones e interpretaciones que se refieren a los hechos noticiosos están a la orden del día.
Detalles, escenas y personajes
La capacidad del autor para recrear escenas dependerá de los detalles con los que cuenta. Sin los detalles no se puede alcanzar la profundidad en una crónica.
Durante la entrevista, Alarcón sugiere planear una ronda adicional de preguntas para asegurar la obtención de la información que haga falta; detalles significativos para incoporarlos a la descripción, que debe alejarse de lo fotográfico.
Las imágenes que aparecen en una crónica no son estáticas. Las vidas de los diferentes personajes han pasado por una progresión dramática, en la que han tenido que enfrentarse a un sinnúmero de vicisitudes. Todo esto debe ser contado.
Las escenas, ya sea recreadas por el cronista o surgidas de testimonios, servirán para introducir a los personajes. A través de ellos se apelará a aquellas imágenes, sensaciones, sentimientos que permitirán establecer una conexión eficaz con el lector.
Los personajes deben ser seleccionados en función de lo que puedan revelar acerca de la ciudad en la que viven, aquellas realidades inexploradas que solo pueden ser conocidas a través de una indagación exhaustiva. Ellos son parte de la memoria viva de una ciudad, de los diversos cambios por los que ha atravesado durante sus múltiples metamorfosis.
En ocasiones, los personajes son identificados por sus características físicas o estéticas. Frente a lo ordinario el maestro contrapone lo extremo, lo paradigmático. “No estoy de acuerdo con que cada persona que camina por la calle merece ser contada”, manifiesta.
El maestro aconseja realizar una lista de escenas por personaje. Además de permitirle al cronista visualizar el rumbo de la narración, este método contribuirá a aportar un mayor grado de tranquilidad a su trabajo. “Ya no están tan preocupados por el agujero, porque saben que lo van a llenar. Lo que necesitan es saber lo que tienen”, expresó a los participantes del taller.
Profundidad citadina: el territorio
El primer personaje de una crónica urbana debe ser la ciudad. Es lo que hace Truman Capote en el primer párrafo de A Sangre Fría: describir la ciudad de Holcomb, Kansas, el territorio donde se desarrolló el relato sobrecogedor del asesinato de una familia, un crimen que estremeció a la sociedad estadounidense.
La delimitación del territorio debe incluir un diagnóstico de los conflictos y dinámicas internas. El acercamiento debe ser el de un sociólogo, que estudia a los ciudadanos que habitan una urbe, analizando sus hábitos, comportamientos, tipos de entretenimiento a los que recurren, sus respuestas frente a la adversidad, etc.
La entrada a un ámbito desconocido requiere de pactos previos, de alianzas con quienes ahí residen. Algunos serán fuentes, otros personajes. Se necesitará encontrar lo que Alarcón denomina como “un guía lenguaraz”, quien será el encargado de traducirle el territorio al periodista. Este deberá explicarle las normas que deberán regir su conducta mientras permanezca en el terreno, detallando las posibles fuentes y peligros a encontrar.
El cronista debe lanzarse a las calles, para “sentir, respirar, oler, escuchar… dejarse perder en la ciudad”. Debe experimentarlo todo, conocerlo todo, fundirse con todo para después resumirlo al lector. Será como compartir un cuento con un amigo, una anécdota con una familiar.
Dado que “lo territorial manda en la crónica de la ciudad”, el maestro sugiere mantenerse en el territorio durante todo el tiempo que sea posible. Se tendrá que matar el tiempo en una esquina, tomando una soda o café, conversando con los personas de la comunidad, del barrio.
Consejos de Cristian Alarcón
-“Siempre va a estar presente la cuestión de la raza, clase, género. Si no somos conscientes de eso, estamos escribiendo para las élites. Quiero que despeguemos de los viejos modelos de la crónica decimonónica”.
-“Un cronista consigue libertad estilística si se excede en la información. A mayor información, mayor libertad a la hora de escribir”.
-“En sus textos no rehúyan al diálogo. Escapen de la cita con comillas”.
-“Tengo que estar atento por si se me cruza la oportunidad narrativa, para acercarme lo más posible al conflicto. Es el método de la bola de nieve: una fuente me lleva a otra y después a otra. Voy tomando decisiones a medida que voy pasando de una fuente a otra”.
-“Aporten detalles significativos. Hagan una descripción con estrategia, no una descripción ramplona. La crónica no es una fotografía”.
-“El personaje no nace con el tema al que me atengo, sino que tiene una vida anterior. Mi historia tiene que estar inscrita en la historia de vida del personaje para mostrar la progresión dramática”.
-“No van a poder desgrabar todo. Recuerden las imágenes que quedaron, lo que se dijo, el pulso narrativo”.
Se debe evitar:
Las preposiciones, cuando actúan como muletillas. Al interrumpir el relato, pueden frenar la potencia narrativa.
Perder la conciencia de que se está contando la ciudad, independientemente de cuál sea el foco desde el cual se está contando.
Aferrarse al paradigma de la objetividad. La crónica es una herramienta de interpretación de la realidad, más allá del “aprecio extraordinario por lo factual, por los hechos consumados”.
Ceñirse a una crónica “muerta”, que mantiene vivos estereotipos como el del cronista romántico, que se sienta durante un mes a escribir después de investigar. Actualmente, lo que vemos son “sujetos tratando de sobrevivir en situaciones laborales cada vez más complejas”.
Abusar de las comillas. Se deben emplear exclusivamente para “lo precioso”. En su lugar, recurrir a los diálogos.
Repetir esquemas tradicionales.
Abusar de los verbos auxiliaries.
Caer en “lugares comunes”.
Emplear un tono “burocrático” o acartonado
14 crónicas jamás contadas de la ciudad de Panamá
Alice Cristiny Ferreira De Souza, Diario de Pernambuco, Brasil
-Tema: Panamá, la ciudad dónde las calles no tienen nombres.
-Tesis: ¿Cómo movilizarse, cómo transitar en una ciudad en la que nadie sabe dónde queda nada, en la que reina un abrumador desorden, una indeterminación recurrente en lo que a las direcciones respecta? ¿Existe algún proceso oficial de nominación de calles y avenidas? ¿Por qué los panameños insisten en formulas informales y arcaicas a la hora de orientarse?
Jesús Díaz Calvijo, El Universal, México
-Tema: ¿Cómo es la vida de las personas que habitan en los últimos pisos de los edificios más altos de la urbe? ¿A qué se dedican los que residen en este entorno, inaccesible para gran parte de los que transitan abajo?
-Tesis: La ciudad y sus rascacielos de formas inverosímiles, rutilantes cascarones vacíos que han surgido al amparo de una legislación que no se ha mostrado lo suficientemente enérgica con delitos como el blanqueo de capitales; edificios por los que es posible asecender a través de pisos deshabitados, como efectivamente hizo el periodista mexicano Jesús Díaz Calvillo en la crónica en la que empezó a trabajar durante el taller. En ella contrasta el lujoso exterior de estos inmuebles con la casi anónima existencia que trascurre en su interior.
María Gabriela Baigorrí, La Gaceta de Tucumán, Argentina
-Tema: La invasion estadounidense, la memoria de un conflicto cuyas huellas es posible rastrear en los barrios marginados.
-Tesis: La periodista argentina salió a las calles de Panamá con una pregunta en su mente: ¿Cuántos muertos dejó la intervención militar de 1989? En el camino se cruzó con dramáticos testimonios, que pudo recopilar en la comunidad de El Chorrillo, donde tuvieron lugar las primeras acciones bélicas. En sus personajes la memoria del horror se mantiene viva, una herida que ha permanecido abierta durante 28 años.
Darío Escobar, Revista El Caimán Barbudo, Cuba
-Tema: Crónica de un periodista cubano que vislumbra por primera vez los rascacielos de la ciudad de Panamá, mientras va en busca de las raíces del reggae en español.
-Tesis: Con la melodía de la canción Sigue bailando mi amor -de El Roockie, uno de los íconos del reggae panameño- como trasfondo, Darío Escobar pone de manifiesto el choque cultural de un joven cubano que se enfrenta al espectáculo nocturno de una urbe que ha sido descrita como “la pequeña Manhattan”. El cronista aprovecha para comparar la escena urbana local con la de su país.
Nicanor Alvarado Dixon, TVN Noticias, Panamá
-Tema: El drama de la movilidad. Transportarse del centro de la ciudad a una periferia que cada vez se encuentra más distante, y viceversa. Millones de usarios se enfrentan diariamente a un sistema colapsado.
-Tesis: El periodista televisivo Nicanor Alvarado Dixon se adentra en la comunidad de Altos de la Torre, un asentamiento informal rodeado por una autopista. Cada día sus moradores deben saltar un muro y esquivar los autos que cruzan la autopista a velocidad para alcanzar la parada de buses que se encuentra al otro lado. Es el drama de quienes deben arriesgar sus vidas para moverse en la ciudad.
Mirelis Morales, Citylab latino, Venezuela
-Tema: Al llegar al barrio de Curundú el metro sigue de largo.
-Tesis: Aunque en el mapa del recorrido de la Línea 1 de Panamá aparece una estación en Curundú, el metro nunca se detiene al pasar por debajo de este barrio marginal. La estación no existe, nunca se construyó. A partir de esta paradoja urbana la periodista va construyendo un relato de exclusión social. Quienes viven en Curundú todavía tienen que pagar dos dólares a un taxista para que los saque del gueto, para poder poner pie en territorio seguro.
Daniel Molina, La Estrella de Panamá, Panamá
-Tema: Panamá Viejo, separado de su pasado.
-Tesis: A lo largo de la historia Panamá Viejo ha perdido mucho. En 1671 tuvo lugar el saqueo e incendio por parte del bucanero inglés Henry Morgan. En el siglo XXI desembarcó Odebrecht para construir una carretera en medio de las ruinas de la antigua ciudad colonial. Los niños se quedaron sin su patio de juego: los restos de los edificios que forman parte del patrimonio histórico nacional. El joven cronista esboza la descadencia de una comunidad y los conflictos entre la resistencia popular y el poder económico y politico.
Nicolás Sepúlveda, CIPER, Chile
-Tema: En el centro financiero los negocios siguen a pesar de los “Panama Papers”.
-Tesis: El cronista chileno ofrece una fotografía de un centro financiero resentido por múltiples escándalos internacionales, por las acusaciones de prestarse para el lavado de dinero, para el escamoteo de fortunas sospechosas y la evasion fiscal, entre otras operaciones ilícitas. Es un mundo donde los abogados se mueven con soltura, a pesar de que el negocio offshore ha sido impactado por la adopación de regulaciones más severas. Es el retrato de un paraíso fiscal venido a menos, que recoge las protestas de los juristas cuyo modus vivendi se ha visto afectado, y que deja entrever las estrechas conexiones entre la industria offshore y el poder politico de turno.
Irma Lorena Oviedo Paredes, Diario Ultima Hora, Paraguay
-Tema: ¿Cómo abrirse paso en una urbe que no tolera lo distinto?
-Tesis: Ser indígena y homosexual no es fácil, mucho menos en una ciudad donde la intolerancia se ha extendido hasta alcanzar su periferia. Este es el drama que explora la periodista paraguaya al contar las dificultades a las que diariamente se enfrentan las “Omeguid”, vocablo guna que se aplica a los individuos en quienes lo femenino convive con lo masculino. La perseverancia de aquellos que tienen todo en contra.
José María Torrijos, EcoTV, Panamá
-Tema: La muerte de un sueño de rock. Tras probar suerte en el exterior, un grupo de roqueros retornó a Panamá para rendirse a la nostalgia.
-Tesis: Eran los dueños de la noche panameña. Los ídolos de la desaparecida discoteca Magic. Los roqueros que encendían la fiesta en la ciudad. Pero ya los ochentas quedaron atrás, y con ellos la fama. Hoy la realidad es muy distinta para los integrantes del grupo Océano. Ya no dan entrevistas en las salas de conciertos o en los programas de radio o televisión, sino en una oficina prestada por un funcionario de gobierno. Las giras por el exterior quedaron en el pasado. Ahora tocan en una tarima improvisada en una cancha de fútbol. O donde puedan. Antes eran seguidos por sus fanáticos, ahora por familiares que aceptan asistir a sus conciertos más por compromiso que por sincera afición. No todos pueden roquear hasta el fin de sus días, menos en Panamá, donde el reggae y la bachata son los reyes.
Irlanda Sotillo, La Prensa, Panamá
-Tema: A pesar de las dificultades, las panameñas siempre tendrán dinero para alisarse el cabello. Más que estética, es una cuestión de estatus. Un signo de que todavía no se ha descendido a la pobreza.
-Tesis: La periodista panameña Irlanda Sotillo expone los engranajes sociales sobre los que se sustenta lo que ella denomina “el imperio del blower”: el negocio del alisado de cabello en los salones de belleza urbanos. A estos locales acuden las mujeres con cabello ensortijado para adecuarse a la imagen femenina que se les impone en el entorno profesional de la ciudad. Ahí predominan las cabelleras lacias. En un país donde ellas forman parte integral de la cultura de servicios, el aspecto físico es algo que se cotiza, en lo que vale la pena invertir. Porque evidencia, además, que se cuenta con los recursos necesarios para invertir en el realce del aspecto personal.
Iván Bernal Marín, Revista Soho, Colombia
-Tema: Pescadores en la entrada del Canal.
-Tesis: Antes del Canal, del Centro Bancario Internacional, de rascacielos como la Torre Trump, Panamá era conocida por el significado de su nombre: abundancia de peces, mariposas y árboles. Hoy en día todavía subsisten algunas comunidades de pescadores, como por ejemplo Boca La Caja, que ha quedado incrustada en medio de autopistas marinas y edificios de apartamentos. En un país de servicios financieros y logísticos, la pesca sigue siendo una actividad económica importante. Lanzar las redes todavía paga.
Jorge Enrique Quirós, Panamá, TVN
-Tema: El desarrollo inmobiliario se instaló en uno de los sectores más antiguos de la ciudad, desplazando a las familias que arribaron cuando todavía era un zona popular. Hoy en día es una de las barrios más atractivos para los extranjeros que buscan dónde residir o invertir.
-Tesis: En lo que representa su debut en la crónica el periodista panameño Jorge Enrique Quirós recoge los testimonios de una comunidad cuyos residentes viven con el miedo al desalojo, con el recelo antes los nuevos comercios que abren sus puertas en los mismos edificios que antaño albergaron a familias enteras. Los espacios que tradicionalmente estaban destinados a los sectores más humildes se han visto trastocados en el panorama de una ciudad que se transforma para ofrecer su rostro más seductor a la inversion extanjera.
Natalia Guerrero, Colombia, Revista VICE
-Tema: En las calles la dinámica entre los sexos ha variado: las mujeres ya no se quedan calladas ante los piropos. El hombre que los profiere es menos tolerado. De galán incorregible ahora ha pasado a ser un posible acosador u opresor.
-Tesis: La periodista colombiana pasó a integrar las filas feministas que en la ciudad combaten lo que perciben como acoso callejero. Cuenta cómo estas mujeres se han organizado para luchar por la igualdad de género. En una urbe abiertamente machista, grupos como la “Escuela de zorras” y “Ex señoritas” han conquistado espacios para que las mujeres pueden hacer sentir su voz ante una sociedad que perciben como hostil.
Sobre el maestro Cristian Alarcón
Actualmente dirige la revista Anfibia de la Universidad Nacional de San Martín y Cosecha Roja, y la Red de periodismo judicial de América Latina. Autor de los libros Cuando me muera quiero que me toquen cumbia, Si me querés, quereme transa y de la antología Un mar de castillos peronistas. Fue becario del diario Clarín. Trabajó en el diario Página/12, la Revista TXT y el diario Crítica de la Argentina. Es maestro de la FNPI. Es profesor titular en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata y fundador del posgrado en Periodismo Cultural. Ha sido becado como profesor visitante por el Lozano Long Institute of Latin American Studies de la Universidad de Austin, Texas. Recientemente fue designado como profesor visitante por el Centro de Estudios en civilizaciones, lenguas y letras extranjeras –CECILLE—y la Facultad de Periodismo de la Universidad de Lille, Francia.
Publicado en Fundación Gabo.
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