Durante cuatro días, el reportero de The New Yorker dirigió un taller en San José, Costa Rica, donde brindó estrategias y consejos para encontrar y narrar la esencia de una historia a partir de un personaje.
Así como las luces del teatro apuntan al actor principal de la obra, la mirada del reportero debe dirigirse a la persona dentro de la noticia. Ese individuo es quien guarda la historia y marca el ritmo del relato. Para encontrar a ese protagonista –al protagonista correcto– hay que afinar la intuición, alertar a todos los sentidos, y ser muy riguroso y diligente con cada paso del reporteo.
Ese enunciado resume a grandes rasgos la esencia del taller 'Los individuos importan', impartido por el periodista estadounidense de The New Yorker y corresponsal de guerra, Jon Lee Anderson.
La sede del curso fue San José de Costa Rica, en el marco del festival Centroamérica Cuenta, el cual por primera vez tuvo que dejar su sede, Managua, Nicaragua, debido al conflicto político-social que atraviesa ese país desde abril del 2018.
Un total de 15 periodistas procedentes de 14 países de América Latina participaron en el taller. La duración fue de cuatro días. Cada sesión se extendió por cuatro horas (de 9 a.m. a 1 p.m.); sin embargo, en más de una ocasión las enseñanzas de Anderson continuaron durante el almuerzo, momento en que se aprovechó para –de manera informal– discutir sobre los retos actuales del periodismo.
Paraguay, México, Argentina, Colombia, Guatemala, El Salvador y Ecuador fueron algunos de los países que tuvieron representación en el curso organizado por la FNPI - Fundación García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano.
La dinámica del taller consistió en una suerte de clase magistral dictada por Anderson, quien compartió estrategias para vender una historia, elegir al personaje, enfrentarse a una entrevista y defender la ética en el ‘campo de batalla’.
Las lecciones tuvieron como base reportajes y crónicas de Anderson; el maestro compartió con la clase una situación en la que se encontró durante el reporteo de una pieza específica, el reto que representó y la forma en que lo afrontó y resolvió.
Por ejemplo, narró cómo logró introducirse en círculo de confianza de Augusto Pinochet para escribir El dictador; las numerosas conversaciones con Gabo que nutrieron el perfil El poder de García Márquez, y la amenaza latente que sintió al reportear Tierra de pandillas en Rio de Janeiro.
Los dos textos a los que más se refirió Anderson –los que más le han interpelado como persona– fueron Amor al prójimo: una mujer alimenta a su comunidad en Puerto Príncipe y Carta desde Nueva Orleans: dejando Desire Street.
En ambas historias, detalló el maestro, se encontró con un drama humano, con la necesidad, la desigualdad, el dolor y, en medio de todo eso, la esperanza y la buena voluntad. “El drama humano es siempre una emergencia, solo que nos acostumbramos a verlo como una cosa cotidiana”, reflexionó.
Los participantes llevaron una idea o propusieron una persona para realizar un perfil y lo resumieron en unos cuantos párrafos. Como parte de las dinámicas del curso, el texto fue leído y analizado por la clase. Jon Lee Anderson dedicó unos minutos a cada uno de las propuestas, hizo preguntas, realizó observaciones y planteó acciones concretas para mejorar el camino del reporteo y el producto final.
Vidas convulsas de boxeadores, penales fallidos en una Copa Mundial, indígenas que buscan romper las cadenas de la opresión y hasta el hijo –caído en desgracia– de un famoso mandatario sudamericano sobresalieron entre las propuestas de perfiles.
Los participantes escucharon con atención las recomendaciones del maestro, y tomaron nota para poner en práctica las enseñanzas en su ejercicio diario de la profesión al regresar a sus países.
Foco en las personas
Anderson es un fiel creyente de que los individuos deben ser el centro de la historia y, por tanto, es un crítico de aquellos que consideran que los relatos periodísticos se abastecen de datos y hechos exclusivamente.
Él enfatiza que los individuos son los motores de la historia, los que permiten transitar la cronología y acercar al lector a los hechos, darle un carácter humano a lo narrado, generar empatía y cercanía.
No solo se trata de un recurso narrativo, sino de la esencia del relato. Anderson cree que para comprender una situación que parece incomprensible hay primero que comprender a la persona que está inmersa en esa situación.
¿Cómo se encuentra a ese actor?, ¿cuánta amistad y cercanía nos podemos permitir con ese actor?, ¿le creemos todo lo que nos cuenta? Hay tres elementos esenciales en los que se pueden encontrar las respuestas a estas preguntas: intuición, ética y diligencia.
La intuición, en este caso, consiste en conocer suficientemente al personaje para saber si lo que está diciendo es verdad; entender que cuando el personaje acepta la entrevista entra en una suerte de complicidad con el periodista; cuestionarse ¿qué busca ganar el personaje al contarme esto? Para ello hay que entrar en el círculo de la persona, ganarse su confianza.
La diligencia es hacer el trabajo a conciencia: la investigación, el acercamiento, hablar con los simpatizantes y detractores del personaje, ser honesto y justo con la historia.
La ética se traduce a los límites que debe trazarse cada periodista: desde algo grande como no pasar por alto la confesión de la comisión de un crimen, hasta algo pequeño –en apariencia sin importancia– como cuestionarse si detalles sobre la intimidad de la persona contribuyen o no al relato.
Antes, durante y después
Las estrategias de Jon Lee Anderson se pueden dividir en tres etapas. La primera es la del prerreporteo: ¿cómo prepararse para una entrevista? ¿cómo hacer que el editor te “compre” la idea?. La segunda es la del propio reporteo: todas aquellas acciones destinadas a capturar información, detectar escenas y lograr una buena comunicación (entrar al círculo de confianza) con el personaje. Finalmente, la tercera es la de redacción: hilvanar el relato de la forma más atractiva, sobria y con el estilo apropiado.
Prerreporteo
Lo primero es lograr venderle la idea al editor, convencerlo de que hay una historia digna de ser contada. No solo se trata de que haya algo noticioso; tiene que haber una historia, y esa historia está en un personaje inmerso en esos hechos noticiosos. Ese personaje puede hacer la diferencia y hacer que el texto sea distinto a todos los otros textos que se han escrito sobre esos hechos.
La consigna de enfrentarse al poder es vital; es decir, plantear el periodismo como un antagonismo del poder. Esto ayuda a no caer en las trampas y juegos del poderoso: lo conduce por caminos nuevos, en los que no suele desenvolverse.
Para eso es imperativo una buena preparación de preguntas. El arsenal de Jon Lee Anderson para afrontar una entrevista consiste en diez preguntas, todas relevantes, todas pensadas estratégicamente con el objetivo de hacer bajar los muros de defensa del personaje, de lograr que este se muestre tal como es, sin posturas, ni respuestas elaboradas.
La astucia es otro elemento indispensable. Decidir con cuál de las 10 preguntas iniciar, con cuál rematar. “Yo trato de entrar en una conversación más que en un interrogatorio. Intento entrar con la pizarra limpia, tener noción de la persona, saber qué lo hace interesante, distinto; pero sin prejuicios”.
El escenario ideal, entonces, es tejer una conversación para que el personaje no se sienta bajo ataque (como lo haría en un interrogatorio) y así ir descifrando a la persona detrás del político, detrás del pandillero, detrás del dictador, del asesino, del sobreviviente de una catástrofe.
Con esa consigna se empiezan a formular las preguntas. Estas no están escritas en piedra ni plasmadas en un manual. Cada caso (personaje) se estudia y se analiza de forma individual; sin embargo, Anderson expuso algunas interrogantes que pueden servir como punto de partida.
“¿Qué le gusta hacer cuando no está trabajando? ¿Qué autores lee? ¿Cuáles son sus películas favoritas? Saber esto nos acerca a la vida privada del personaje”, destacó Anderson, quien considera que estas preguntas son una herramienta para vencer los convencionalismos que procuran blindar una respuesta.
Lo anterior no es posible, en casi todos los casos, sin una investigación exhaustiva del personaje: conocer sus antecedentes, sus gustos e ideologías, así como las virtudes que se le reconocen y los defectos y abusos que le señalan sus detractores.
Reporteo
Tocar, saborear, escuchar, oler un lugar, una situación, una escena, un personaje. El lector debe poder hacer todo esto a partir del texto.
“Debemos describir las cosas para todos los sentidos. Eso es muy enriquecedor. El detalle es todo en la crónica o perfil”, destacó Anderson, quien resaltó la observación como estrategia principal durante el reporteo — una observación con todos los sentidos y que se pueda transmitir en el texto despertando (también) todos los sentidos.
Los consejos de Anderson también son prácticos, de aplicación sencilla, uno de ellos es el de la forma en que registra los hechos y las entrevistas. Él prefiere los apuntes en una libreta que una grabación.
“Mejor notas que grabación. Recuerdo mejor cuando tomo notas. Es más puro, es mejor para la calidad periodística”, afirma y recalca que al escribir apuntes hay más chance de capturar los elementos esenciales y la fuerza de las cosas. Es automático y orgánico. Eso, a su criterio, se pierde cuando se graba una entrevista y luego se transcribe. “Se olvidan cosas, se pierden cosas”, indicó.
Redacción
“Todos queremos escribir bien, para escribir bien hay que ser claro. La misión que tenemos por delante es de construir las bases esenciales de una buena historia: el comienzo, el desenlace… y hay que hacerlo de una forma que no confunda al lector, que lo informe y lo entretenga”.
Así resume el maestro Jon Lee Anderson una de sus premisas máximas: “Es más importante escribir claro que bonito”.
Anderson alertó sobre el riesgo de excederse en los dramatismos y en utilizar estilos rebuscados que lejos de aportar al texto generan confusión al lector. Recomendó, además, utilizar el ritmo adecuado y los recursos literarios necesarios (en la justa medida); por ejemplo: evitar las descripciones detalladas cuando la escena no lo amerita, o el uso de diálogos directos en los casos en los que la conversación no tiene suficiente peso.
Como consejo, el maestro propone idear el ritmo del texto en la mente; es decir, antes de plasmarlo en el papel.
“Yo escribo con una noción musical. Escucho cómo suenan las palabras en mi mente. Los buenos escritores nos envuelven con el encanto de las palabras, con la visualización y sonido de estas”, expresó.
10 consejos de Jon Lee Anderson para consultar todos los días.
Cuestionar el poder: ser antagónico con las figuras de poder.
Fiel a la ética: trazar límites y respetarlos.
Tener humanidad: primero sé es humano y luego periodista.
Recurrir a la intuición: para descubrir intenciones.
Ser justo: escuchar tanto a detractores como a seguidores del personaje.
Ser claro: la claridad es más importante que el estilo.
Enfocarse en personas: son el motor de la historia.
Centrarse en detalles: observar y utilizar todos los sentidos.
Aplicar la justa medida: no incurrir en recursos innecesarios.
Editarse: leerse en voz alta y ser autocrítico.
Frases de Jon Lee Anderson para la reflexión
“Hay que escribir en escenas. Hay que pensar como si fueras un director de cine. ¿Qué toma harías para hacer la película interesante?”
“Cada cosa que incluyes en el relato debe tener un propósito. Es la forma en que se guía al lector, que se atrapa la mirada y se dan guiños”
"Para hacer un perfil justo de una persona necesitas su entorno. En el perfil se va más allá de la entrevista: se busca entender el universo de la persona".
“El drama humano es siempre una emergencia, solo que nos acostumbramos a verlo como una cosa cotidiana”
“La mejor forma de editarse a uno mismo es leer en voz alta lo que se ha escrito. Te das cuenta de cosas que no ves en la pantalla. De pronto te encuentras aburriéndote a ti mismo con dos párrafos que no van a nada”
“Uno no puede ser objetivo, científicamente es imposible; pero sí se puede ser justo”
"Hay que armar una lista de diez preguntas relevantes, que procuren responder lo que necesitas saber de esa persona, y tener la astucia para saber con cuál de ellas iniciar"
“Puedes jugar con los tiempo en un perfil, no hay que quedarse con la cronología del reporteo, es parte de nuestro relato, ¡pero siempre se cuenta la verdad!”
“Hasta cierto punto el deber del periodismo independiente es tener antagonismo con el poder. Hay que tener recelo”.
“El perfil nos ofrece la posibilidad de transitar la historia. Si no tuviera un ser humano, un actor en el escenario, no tendríamos manera de transitar la cronología”.
"Los periodistas son los baluartes de las fibras democráticas de nuestra sociedad".
Sobre el maestro
Jon Lee Anderson es un periodista estadounidense (California, Estados Unidos, 1957). Se inició como periodista en Perú en 1979 como miembro del semanario The Lima Times y se especializó desde entonces en temas políticos latinoamericanos y en conflictos modernos, incluyendo los de Afganistán e Iraq. Ha desarrollado una escuela sobre la forma de escribir perfiles, habiendo realizado los de importantes personalidades mundiales como Fidel Castro, Gabriel García Márquez, Augusto Pinochet, el rey Juan Carlos I de España y Hugo Chávez.
Ha escrito artículos para The New York Times, Financial Times, The Guardian, El País y Harper’s Magazine. Forma parte de la plantilla permanente de la revista The New Yorker, y ha sido maestro de la FNPI desde el año 2000.
Sobre el taller
El taller de perfiles periodísticos 'Los individuos importan' fue organizado por la FNPI - Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano y Centroamérica Cuenta, con el apoyo de la Cooperación Suiza para el Desarrollo (COSUDE) y FIFCO. Lo dirigió Jon Lee Anderson, reportero de The New Yorker, y se realizó del 13 al 16 de mayo de 2019 en San José, Costa Rica, en el marco del festival literario Centroamérica Cuenta, con la participación de 15 periodistas de 14 países.
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