Tal vez al periodismo gráfico y escrito lo empezaron a aniquilar de muchas formas mucho antes de que nos diéramos cuenta. Distintas formas de violencia han logrado casi acabarlo o al menos acabar con la credibilidad del periodismo en un amplio sector de la sociedad mexicana.
@duiliorodríguez
Han pasado 22 años desde que el Partido Acción Nacional le ganó al Partido Revolucionario Institucional la presidencia de la República y por fin el PRI dejó el poder con el que gobernó 70 años. Antes del relevo entre partidos, los gobernantes priístas recurrieron de forma habitual al soborno y coerción de reporteros y periodistas, pero no era ni remotamente frecuente que los asesinaran o desaparecieran.
Para mantener a un sector mayoritario de reporteros controlados se les entregaban sobres llenos de dinero. A esta práctica se le conoce desde entonces como chayote. El monto que recibían dependía de la influencia que tenían en los lectores y de la fuente noticiosa que cubrían. En casi todas las dependencias gubernamentales se entregaban estos ignominiosos sobres.
Hay que recordar que por siete décadas el Presidente de México tuvo el control casi absoluto de lo que sucedía en el país. Por lo tanto, la fuente presidencial era la cúspide en la trama de sobornos.
Cuando el chayote no era la forma de disuadir al autor, bastaba una llamada de la Secretaría de Gobernación al director del medio de comunicación, quien por lo general era quien calmaba el ímpetu periodístico.
Con los fotoperiodistas fue distinto: en muchas redacciones de México los fotógrafos eran simples asistentes que obedecían órdenes de reporteros y editores, así que sus fotografías sin autorización no se publicaban.
Otra forma de someter a los fotógrafos ha sido la cesión de sus derechos como autores a las empresas periodísticas, lo que les impide publicar los materiales gráficos libremente. Por lo tanto, El chayo nunca fue un factor preponderante para el control de los fotoperiodistas.
También es importante recordar que no había periodistas freelance (independientes). Todos trabajaban para algún medio de comunicación registrado en la Secretaría de Gobernación, lugar desde donde también se les espiaba.
Desde la cúspide política se premiaba lo que convenía a sus intereses, como sucedía con el Premio Nacional de Periodismo que no era ciudadano, sino que entregaba el propio Presidente de la República. Los reportajes gráficos o escritos que denunciaban al sistema político eran ignorados.
Por supuesto, hubo periodistas que nunca aceptaron tales imposiciones y tuvieron que vivir bajo el asedio del poder. Pero antes del año 2000 no era frecuente que se les asesinara. Si eso ocurría era un gran escándalo social, como lo fue el homicidio de Manuel Buendía.
Pero si bien la transición política terminó con la entrega de sobres de dinero a reporteros, también trajo métodos más temibles y sofisticados para comprar la voluntad de periodistas, nuevas formas de manipular a la opinión pública y la aparición de otros poderes que tomaron el control.
A esto hay que sumar que todavía hay muchos lugares en México en donde no ha habido transición y las prácticas del viejo régimen siguen siendo más o menos las mismas.
El poder absoluto que antes detentaba el Presidente para subyugar a la prensa, ahora lo puede tener un empresario de medios, el gobernador de un estado, un alcalde o el jefe de un cartel del crimen organizado.
Las vías para lograr el sometimiento de fotógrafos, reporteros y periodistas pueden ser laborales, económicas, jurídicas, sociales y en el peor de los casos la violencia extrema.
Desde hace más de una década, la Red de Periodistas de a Pie ha documentado múltiples agresiones físicas, asesinatos y desapariciones de colegas en todo el país. También en Pie de Página hemos contado y documentado lo peligroso que es reportear en muchos estados controlados por el crimen, en donde no se puede documentar sin el asedio de halcones que vigilan todo lo que sucede.
En sexenios pasados, independientemente del millonario presupuesto que se ejercía en publicidad para los medios de comunicación, se usaba el dinero para beneficiar particularmente a ciertos periodistas.
Al final del mandato de Enrique Peña Nieto se dio a conocer una lista con nombres de comunicadores que tenían contratos millonarios con el gobierno. Y aunque con el gobierno actual se ha reducido en una quinta parte el gasto de publicidad en medios de comunicación, sigue habiendo dinero del erario que se entrega en su mayoría y sin un criterio suficientemente claro a unas cuantas empresas periodísticas.
Mientras todo esto sucede, las condiciones laborales para la mayoría de los reporteros y fotógrafos son más deplorables que hace décadas: salarios muy bajos, contratos temporales y jornadas de trabajo extenuantes.
A todos estos agravios hay que sumar, la violencia en las calles a la hora de cubrir noticias y la violencia en las redacciones, en donde se despide al personal sin liquidación como se ha documentado recientemente en el caso de la agencia de noticias del Estado, Notimex.
La cercanía que tienen los empresarios de los medios con altos funcionarios de los tres poderes de la unión, más sus múltiples intereses empresariales también forman parte del problema que impide a la gente recibir información confiable de ciertos temas.
La presencia mediática de payasos y comediantes investidos de periodistas que repiten diatribas, más la aparición masiva de canales digitales que hacen más show que periodismo también es una amenaza a la credibilidad en las noticias que vemos, leemos y escuchamos.
Después de revisar tantas violencias que casi han aniquilado la fiabilidad del periodismo, tampoco me sorprende que no haya movilizaciones de la sociedad que nos acompañen a protestar cuando matan a una reportera o reportero.
Mi padre nada tiene que ver con el periodismo y todas las semanas me envía un mensaje con una foto, un video o un texto parecido a una noticia y me pregunta con cierta angustia si lo que contiene es falso o verdadero.
Tal vez mi papá a sus 85 años no lo comprende fácilmente, pero intuye que hay millones de personas que como él reciben cientos o miles de fake news o información tendenciosa con la cara visible de líderes de opinión que buscan confundir o simplemente engañar a la gente.
Cuando me pregunto por qué la sociedad no nos apoya masiva y decididamente a construir medios de comunicación independientes, confiables, lo cual es solo posible con su apoyo, pienso en el tremendo daño que le han hecho al periodismo todas esas figuras mediáticas que se prestan o prestaron a la corrupción para servirle a unos cuantos grupos y no a la sociedad.
Y cuando me entero que asesinan fotógrafos o periodistas como sucedió hace apenas una semana con Lourdes Maldonado y Margarito Martínez en Tijuana, inmediatamente pienso en dónde sucederá un nuevo homicidio o agravio a una compañera o compañero.
El poder, de cualquier tipo. siempre intentará aniquilar el verdadero periodismo. Lo intentó en el pasado, lo intenta en el presente, y seguro lo intentará en el futuro, pero estoy convencido que lo seguirá intentando sin éxito.
Si en algo puedo concentrar mi optimismo sobre el quehacer periodístico, es en la reputación y el trabajo honesto que hacen todos los días mis compañeras y compañeros periodistas multimedia y en los muchos mensajes positivos que recibimos de nuestros lectores.
Publicado en Piedepagina.mx
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