Todo parece que con las fabulas podemos descubrir la verdad detrás de lo que dicen o hacen algunas personas y, como buenos sastres, sabemos a quién le queda el saco a la medida. Algunos consideran que las fábulas son un género de ficción independiente, aunque los oradores las utilizaban para persuadir a su público con unas figuras retóricas que venían a cuento, señalando ciertas actitudes que a veces son opuestas, pero, que incluyen las necesidades tanto de los que gobiernan, como de los gobernados, tal como lo sugiere Carlos García Gual en la introducción de Las fábulas de Esopo (Gredos, 1985). La oveja negra y otras fábulas de Augusto “Tito” Monterroso, es un libro que ha sido publicado por varias editoriales, entre ellas, la propia, como lo hice a principios de los 80’s en una versión de bolsillo y otra de lujo con ilustraciones de Felipe Ehrenberg. Varias fábulas las podemos asociar con los sucesos y personajes de nuestro tiempo, ya sea porque tienen una conducta parecida a esos animales producto de la fantasía o porque se creen lo que no son, como el Gallus aureorum ouorum, la fábula de Monterroso, El Gallo de los huevos de oro, “dando así pie a una serie de tergiversaciones y calumnias, principalmente la que atribuye esta facultad al rey Midas, según unos, o, según otros, a una Gallina inventada más bien por la leyenda”, pues, tal como decía K’nyo Mobutu: “los animales se parecen tanto al hombre que, a veces, es imposible distinguirlos de este”. Como sucede en las fábulas que nos ofrecen una imagen de la verdad a través de un realismo irónico, tirando ese velo con el que tratan de ocultarse. “Un burro cargado de sal atravesaba un río. Al resbalar se cayó al agua y como se disolvió parte de la sal, se levantó más ligero. El burro se quedó contento de la caída. Más tarde, cuando pasó otra vez por un río, ahora, cargado de esponjas, creyó que si se dejaba caer de nuevo se levantaría más ligero, entonces resbaló adrede, pero, lo que le ocurrió fue que, al empaparse de agua las esponjas, no pudo levantarse y se ahogó allí mismo”. Así también, los hombres que no se dan cuenta que, por sus propias argucias, se ven arrastrados a la desgracia, como pasó en esta fábula de Esopo. O en esta otra de la China, entre un hombre rico y uno pobre: —Si yo te diera el veinte por ciento de todo el oro que poseo, ¿me adularías? –le preguntó el primero. —El reparto es desigual para que merecieras cumplidos –contestó el segundo. —¿Y si yo te diera la mitad de mi fortuna? — Entonces, seríamos iguales y, por eso, ¿con qué fin halagarte? — ¿Y si yo te lo diera todo? — En ese caso, ¡no veo qué necesidad tendría para adularte! “Monterroso redescubre las fábulas de Esopo para ver con ojos atónitos, un bestiario surreal, en el que rechina, grazna o se despliega hacia espacios insólitos un poblado de criaturas que habitan a la vez en la página, en los sótanos, buhardillas o en los altísimos desvanes de nuestra conciencia”, apuntan en la edición de Seix Barral. Aunque nos disfracemos, hay quien nos ve tal como somos, como le pasó al Camaleón que finalmente no sabía de qué color ponerse como sucedió “hace muchos años… (cuando) el Camaleón, a quien le había dado por la política, entró en un estado de total desconcierto, pues los otros animales, asesorados por la Zorra, se habían enterado de sus artimañas y empezaron a contrarrestarlas llevando día y noche en los bolsillos juegos de diversos vidrios de colores para combatir su ambigüedad e hipocresía… de esa época viene el dicho de que todo Camaleón es según el color del cristal con que se mira”, como concluye Tito Monterroso esta fábula. No se olviden de llevar consigo los juegos de cristales con diversos colores para desnudar a esos camaleones que ya no saben de qué color ponerse.
El 13 de junio, llueva o no llueva, es tiempo de aguas,
Martín Casillas de Alba
Sábado 4 de junio, 2022.
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